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ANTONIO MATEOS MARTÍN DE RODRIGO


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LA
PALABRA

“EXTREMADURA”
(Historia, crítica etimológica e historiográfica y restitución de su significado).


(refundación de la teoría de las “extremaduras”, inicialmente “zonas de pasto”, situadas en las primeras fronteras cristiano-musulmanas y, a partir de Nebrija, “invernaderos”, en base, además, a la triple división del territorio de los reinos cristianos que dedicaban los “extremos” de sus poblaciones al pasto de los ganados y que generalizaron la denominación al mejor y mayor grupo de zonas de pasto, las actuales Extremaduras hispano-portuguesas, situadas sobre los invernaderos musulmanes, objetivo estratégico de la Reconquista según los resultados del estado actual de la historiografía medieval).


MI TIEMPO YA TIENE SU PALABRA
El tiempo trae palabras en las manos,
deseo vertical, y trae respuestas
donde se van pudriendo los olvidos,
...
Hay que esperar que el tiempo
se deshaga en el barro y que madure
la simiente enterrada ( ... ).
Mena Cantero, Francisco.

Depósito Legal. BA-19-04.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

5. LA TRASHUMANCIA ANTERIOR A LA ÉPOCA MEDIEVAL.

Escribe Garzón Heydt: “La trashumancia de ganados en España se ha venido estudiando tradicionalmente desde la perspectiva histórica que se inicia casi siempre en la Edad Media, a raíz de la reconquista cristiana de los pastos del suroeste español. Pocas veces se hace referencia los antecedentes de la época visigoda y, menos aún, a las antiguas prácticas ganaderas de las culturas ibéricas, reflejadas hace ya más de 2.500 años en los textos griegos y descritas luego detalladamente por los cronistas romanos” [1].

Para Garzón Heydt es Paredes Guillén el primer historiador que sitúa más allá de la Edad Media las prácticas trashumantes: “Que nosotros sepamos sólo el extremeño Vicente Paredes Guillén hace una aproximación original al tema en su Historia de los tramontanos ibéricos (1989), intentando relacionar los movimientos del ganado con los verracos y toros de piedra diseminados por el centro y oeste peninsular, y cuya construcción se atribuye a los pueblos celtas de los vetones, asentados en este área durante el siglo VI. a. de C.” [2]

No obstante él mismo sitúa el principio de la trashumancia a finales del período Paleolitico: “creemos que un estudio comparativo sobre la evolución del clima, de la fauna y de las culturas humanas en la Península durante los últimos 15.000 años permitiría remontar los orígenes de la trashumancia, sin excesiva dificultad, hasta finales del Paleolítico”[3].

Luelmo basa la tradicional ignorancia sobre las actividades económicas del período prerromano a la falta de datos sobre la economía del pastoreo prehistórico: “La penuria que hasta hoy no han conseguido superar los estudios sobre la economía de los pueblos primitivos de la Prehistoria, sólo revela algunos datos escasos sobre la existencia de los pueblos pastores de entonces, respecto de los cuales faltan en absoluto pruebas precisas en relación con sus formas de vida. Pero las supervivencias de algunos de ellos hasta muy avanzada la Edad Media, y de algunos incluso hasta nuestra misma época, son un indicio seguro que ilumina, entre otros aspectos, las migraciones estacionales de los rebaños del Neolítico”[4] .

Sin embargo Luelmo acude a los estudios de Klein para llevar la trashumancia a la antigüedad ibérica: “Una vida pastoril extensa, dice Julius Klein... incluyendo la práctica de migraciones semianuales, creen algunos investigadores que existía ya en los remotos tiempos primitivos de los iberos” [5].

Sáez Fernández informa de las dificultades para la no existencia de la Trashumancia en este período prerromano: “estudiosos posteriores (a Paredes Guillén) han negado la existencia de esta práctica (la trashumancia) en época tan remota. El razonamiento seguido para ello se ha basado fundamentalmente en la inexistencia de poderes políticos fuertes que hiciesen posible recorridos de ganado a gran distancia. La atomización política de estos pueblos lusitanos y vettones, agrupados en clanes o familias con unos territorios propios más o menos definidos y en luchas constantes entre ellos habría actuado como elemento disuasorio para estos movimientos de ganado. Tales son los razonamientos de J. Caro Baroja, o de Maluquer, seguidos a su vez por J. M. Blázquez”[6] .

Pero, basándose en vestigios arqueológicos, sí se admite un tipo menor de trashumancia: “parece establecerse sin ningún tipo de reservas que debió existir una trashumancia de corto o de medio recorrido que sería la detectada por la arqueología, pero en ningún caso unos amplios desplazamientos de ganados por los peligros derivados de la inestabilidad política y militar entre las comunidades”[7] .

De cualquier manera Caro Baroja sí admite la trashumancia en períodos más antiguos, los prehistóricos: “Ahora bien, la existencia de ganados trashumantes, mesteños, presupone la ruptura de toda consideración territorial. Desde la antigua región astur los pastores bajan a la Baeturia y el norte de la vieja Tartéside. Esto no hubiera sido posible en la antigüedad. Sólo en los remotos tiempos prehistóricos de la Edad del Bronce y comienzos de la del Hierro cabría imaginarse un traslado territorial análogo, aunque no igual, claro es. El pastoreo entonces sería tribual, el medieval especializado”[8] .

Sáez Fernández sitúa actividades trashumantes en el período romano: “Sin duda estas leyes no reflejan sólo la existencia de estas prácticas en época visigoda sino que deben remontarse a época hispano-romana”[9] .

Será Klein uno de los iniciadores de la creencia de la trashumancia visigoda basada en sus leyes: “El más antiguo de los Códigos españoles, El Fuero Juzgo de los visigodos, atendía, ampliamente a las necesidades pastoriles de los trashumantes. Tenían acceso, sin restricciones, a las tierras abiertas, perteneciesen o no a la Corona, a las de los pueblos y a los de los particulares...”[10] .

Durante el período visigodo, Sáez Fernández también cree documentada la trashumancia en las leyes de entonces: “Las mismas leyes visigodas ya inciden no sólo en lo tocante a lugares adehesados o cercados como ya hemos apuntado, sino en lo que podemos considerar un testimonio de la existencia de la trashumancia. Nos referimos a Lex Visigoth. VIII, 4,27 donde se señala la posibilidad de apacentar el ganado en camino en las zonas donde los pastos no estén cerrados o defendidos, con su correspondiente normativa”[11] .

García Moreno viene a expresar lo mismo tras exponer que el ganado ovino fundamentaba la alimentación de los monjes del Bierzo o de los habitantes de una villa de Alcalá de Henares: “Pero tal tipo de pastoreo imponía en grandísimas porciones peninsulares un régimen de trashumancia bastante pronunciado... Y a ella aluden una serie de leyes antiquae del Liber, que muestran lo normal del paso de los rebaños por los campos en barbecho y desprovistos de defensas-cosa que el Estado visigodo pasó a proteger como un derecho ganadero-a sí como la misma existencia de cañadas” [12].

Por su parte Orlandis cree encontrar indicios de trashumancia en la época visigoda a través del texto de una pizarra: “Hubo, sin embargo, regiones de la península cuya economía era netamente ganadera y es incluso posible que en una pizarra visigótica aparezca algún vestigio de trashumancia, con pago de peajes de tránsito”[13] .

De cualquier manera anuncia la importancia que va a tener la ganadería en la economía del norte cristiano: “Y es que en esta comarca (el Bierzo) -e igual ocurriría en muchas otras del norte peninsular-la ganadería era la primordial fuente de riqueza. Si no fuera por ella... apenas bastarían para el sustento de los monjes durante tres meses del año las escasas cosechas y los menguados frutos producidos por una tierra pobre y avara”[14] .

Incluso Orlandis nos presenta la figura del “Monje Pastor”, como anuncio de los futuros monjes, freyles, abades, nobles y reyes ganaderos: “...y la ganadería hubo de ser la principal fuente de recursos de los nuevos monasterios. Una prueba de la importancia que en ellos se atribuía al ganado la tenemos en el hecho de que la “Regla Común”... dedique todo un capítulo a los monjes pastores, encargados de la custodia de los rebaños, cuyo oficio tenía especial trascendencia”[15] .

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