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ANTONIO MATEOS MARTÍN DE RODRIGO


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LA
PALABRA

“EXTREMADURA”
(Historia, crítica etimológica e historiográfica y restitución de su significado).


(refundación de la teoría de las “extremaduras”, inicialmente “zonas de pasto”, situadas en las primeras fronteras cristiano-musulmanas y, a partir de Nebrija, “invernaderos”, en base, además, a la triple división del territorio de los reinos cristianos que dedicaban los “extremos” de sus poblaciones al pasto de los ganados y que generalizaron la denominación al mejor y mayor grupo de zonas de pasto, las actuales Extremaduras hispano-portuguesas, situadas sobre los invernaderos musulmanes, objetivo estratégico de la Reconquista según los resultados del estado actual de la historiografía medieval).


MI TIEMPO YA TIENE SU PALABRA
El tiempo trae palabras en las manos,
deseo vertical, y trae respuestas
donde se van pudriendo los olvidos,
...
Hay que esperar que el tiempo
se deshaga en el barro y que madure
la simiente enterrada ( ... ).
Mena Cantero, Francisco.

Depósito Legal. BA-19-04.

jueves, 27 de diciembre de 2007

8. LA SOLUCIÓN. LOS “EXTREMOS” LOCALES COMO ZONAS DE PASTO COMÚN EN LA EDAD MEDIA.

En los primeros momentos de la Reconquista, incluso, a nivel de “heredad”, que es el nivel más pequeño de superficie distribuible según la norma romana, ya aparece la triple división en la que la zona de pasto se sitúa en la zona más alejada junto con el monte: “El monte -en las Asturias- forma parte de la heredad, la más alejada, después de los huertos, tierras de labor y prados que rodean a la vivienda rural”[1], escribía García Larragueta.
N. B. Semánticamente monte toma en castellano antiguo la acepción de “arbolado o matorral de un terreno inculto” [2], escriben Corominas y Pascual.

En la Edad Media la ordenación local del territorio también situaba las zonas de pasto en los “Extremos” o zonas más alejadas de la población - y así dicen:
a. García de Valdeavellanos: “El cultivo se subordinaba a las necesidades de la cría y alimentación del ganado y para ello, no sólo se reservaban más allá de los campos sembrados, grandes extensiones de montes y baldíos de uso comunal...”[3] .
b. Clemente Ramos: “El monte se sitúa prácticamente siempre en los extrarradios de los centros de hábitat... Esto concuerda con la organización del espacio de las sociedades medievales. Con un radio alrededor del núcleo habitado de propiedades agrarias y un extrarradio de zonas de pasto y bosque ...”[4] .
c. Mota Arévalo: “Este estudio, que alcanza hasta la época de los Reyes Católicos, destaca cómo las villas pertenecientes a la orden (de Santiago) ... tenían cierta autonomía municipal, y que en general dividían sus términos bajo un patrón uniforme: un ejido inmediato a las casas del pueblo para desahogo de los vecinos, que allí dejaban en libertad aves y animales domésticos; los heredamientos de particulares, cultivados y divididos con arreglo a los fueros u ordenamientos, con una parte, la mayor, para el cultivo de cereales, y otra, para viñas, olivares y huertas; y, la dehesa boyal, propiedad del común de los vecinos ” [5].

Clemente Ramos, de la Montaña Conchina y Bernal Estévez añaden que esta organización afectaba a villas, castillos y aldeas[6] .

Para Tuñón de Lara el uso ganadero de los “extremos” tiene su origen en la insuficiencia de los cercanos pastos comunales: “Los concejos establecidos en la Extremadura, con objeto de facilitar el aprovechamiento de los pastos, y ante la insuficiencia de las dehesas comunales, decidieron disponer de los “extremos”, territorios situados en los márgenes de los alfoces, como zonas adonde pudieran acudir los rebaños en busca de alimento”[7] .

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