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ANTONIO MATEOS MARTÍN DE RODRIGO


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LA
PALABRA

“EXTREMADURA”
(Historia, crítica etimológica e historiográfica y restitución de su significado).


(refundación de la teoría de las “extremaduras”, inicialmente “zonas de pasto”, situadas en las primeras fronteras cristiano-musulmanas y, a partir de Nebrija, “invernaderos”, en base, además, a la triple división del territorio de los reinos cristianos que dedicaban los “extremos” de sus poblaciones al pasto de los ganados y que generalizaron la denominación al mejor y mayor grupo de zonas de pasto, las actuales Extremaduras hispano-portuguesas, situadas sobre los invernaderos musulmanes, objetivo estratégico de la Reconquista según los resultados del estado actual de la historiografía medieval).


MI TIEMPO YA TIENE SU PALABRA
El tiempo trae palabras en las manos,
deseo vertical, y trae respuestas
donde se van pudriendo los olvidos,
...
Hay que esperar que el tiempo
se deshaga en el barro y que madure
la simiente enterrada ( ... ).
Mena Cantero, Francisco.

Depósito Legal. BA-19-04.

domingo, 20 de enero de 2008

CRÍTICA DE PALACIOS MARTÍN A LA TEORÍA INGENUA DE “EXTREMADURA COMO INVERNADERO O ZONA DE PASTOS”: SEGÚN ÉL SE PRODUJO UN PROCESO DE “ETIMOLOGÍA POPU

LAR”.

Si Martínez Diez arremete contra la Teoría de “Extremadura como Extremo del Duero”, Palacios Martín se ha especializado en negar, además, la teoría de “Extremadura como invernadero”. Para ello se basa en, según él dos razones:
“1ª... porque los términos “extremo” y “extremadura” usados por la trashumancia eran excesivamente amplios, ya que designaban tanto a los pastos extremeños como a los andaluces, manchegos y murcianos. Carecían, por tanto, por sí solos de la suficiente capacidad individualizadora como para dar nombre a una de esas regiones con exclusión de las otras”[1] .
“2ª.
a. “Hemos dicho antes - y lo hemos demostrado en otro lugar más ampliamente -, que el nombre se aplicaba ya a la región a mediados del siglo XII, cuando la ecuación “ extremadura = lugar de pastos” aún no se había formalizado sino que, por el contrario en el empleo de ese término privaba el sentido geográfico, que fue con el que, a nuestro entender, se aplicó ininterrumpidamente desde entonces a esta región, compartiéndolo incluso en algún momento con el de Transíerra. Sólo después de que en el siglo XIII se reconquistaran los pastos del Guadiana y Guadalquivir y se organizara el gran Concejo de la Mesta, el fenómeno de la trashumancia se generalizó y empezó a designar con su lenguaje a nuestra región favoreciendo, eso sí, que el nombre de Extremadura, que llevaba desde mucho antes junto con otros territorios, terminase aquí prevaleciendo sobre cualquier otra designación” [2].
b. La forma “extremo” usada ya en el siglo IX, precedió a la de “Extremadura”, cuyas menciones conocidas datan de 1068, sin que la aparición de ésta suponga la desaparición de la anterior. También está claro que el sentido de “lugar de pastoreo” le vino a extremo y a extremadura a partir de otro significado puramente geográfico, a través de un proceso semántica fácil de reconstruir, ya que estas tierras periféricas sólo solían ser aptas para el pastoreo, y así se fue reglamentando su uso en fueros y demás legislación desde el siglo XII, siendo, por tanto, posterior en el tiempo y sólo constatable documentalmente desde ese siglo” [3] .

Tanto Palacios Martín como Martínez Diez vienen a coincidir en que toda la actual Extremadura no recibe tal denominación hasta el siglo XV. Esta teoría se opone a la clásica, según la cual, a medida que avanzaba la “reconquista” se denominaban “extremaduras” a los espacios recién adquiridos. En palabras de Moreno de Vargas : “Sucedió, pues, que los cristianos fueron ganando las tierras que hay desta parte de Salamanca, como son de Béjar, Plasencia y Ciudad - Rodrigo y continuándose la conquista ganaron a Coria y a Trujillo y después a Cáceres, Mérida, Medellín, Badajoz y Llerena y las demás tierras de sus comarcas, las cuales cobraron el nombre de Extremadura que dejaron las de Salamanca, por no ser ya las últimas del reino, sino las otras; y de tal manera consiguieron este nombre, que se vino a perpetuar en ellas” [4].

El hecho de que según, además Martínez Diez[5], toda la actual Extremadura no recibiese este nombre hasta mediados o finales del siglo XV, como fecha máxima, ha hecho posible que a la palabra “extremadura” se le haya dado un origen de “etimología popular”, según la teoría de Palacios Martín : “...a finales de la Edad Media en el tránsito a la moderna, se va a producir un hecho de singular importancia: la apropiación del nombre de Extremadura, lo que equivale a decir que tal nombre dejó de aplicarse a las otras regiones que lo habían llevado hasta entonces para convertirse en propio y exclusivo de la región actual ...

El cambio se da en un contexto de efervescencia intelectual y política debidas a la acción de los humanistas y de los Reyes Católicos respectivamente. En él se produce el abandono del nombre de Extremadura por las regiones que tradicionalmente venían llevándolo, y se generalizan o se ensayan otras denominaciones, como Castilla la Vieja y Castilla la Nueva, no sin titubeos y fluctuaciones. En esas circunstancias, la región extremeña que había llegado a un alto grado de madurez interna y de autoconciencia, acabó apropiándose de un nombre que las otras regiones abandonaban. Ahí sí que podemos reconocer el influjo de la trashumancia, que asoció con esta región la acepción antes mencionada de “extremo” y “extremadura” como “lugar de pastos” [6] .

O con otras palabras “... en el siglo XVI, en cambio, el calor despertado por la aparición de la conciencia regíonal extremeña empujó a los intelectuales a buscarle una etimología autóctona, que reflejara el nuevo significado del término”[7] .

La “etimología popular” es, en palabras de Badía Margarit, “un fenómeno lingüístico consecuencia del deseo muy natural de justificar la significación de palabras que parecen poco claras, especialmente tratándose de voces no muy frecuentes; entonces se relaciona la palabra afectada con otra cualquiera cuyo sentido no ofrece dudas” [8] o en palabras de Carrera: “ ... que se esfuerza en dar un sentido a los nombres convertidos ya en inexpresivos”[9] .

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